Lara Owen, Owen “Her Blood Is Gold: Celebrating the Power of Menstruation” Harper San Francisco, 1993
Una amiga judía me contó que cuando tuvo su primer período su madre la abofeteó. Con asombro ella reclamó: "¿Por qué hiciste eso?" Su madre respondió: "No lo sé, mi madre hizo lo mismo, es la tradición."Recibir una bofetada cuando una se vuelve mujer -ése es un punto interesante acerca de cómo es vista la naturaleza femenina. Tal vez se trate de un intento por eliminar el sentimiento de orgullo que llega con la primera sangre. Algo más acabó por quitarme el sentimiento de orgullo y creo que fue la ausencia de ceremonia. Sentía internamente que algo verdaderamente asombroso y mágico estaba ocurriendo, y sin embargo todos a mi alrededor lo trataban como algo trivial. Tenía una sensación de logro, con tintes de excitación, curiosidad y pena.También recuerdo una vaga conciencia de un futuro vasto y desconocido. Intuitivamente sabía que era un acontecimiento muy importante en mi vida -y no obstante nadie dijo nada al respecto, excepto para darme algunas toallas sanitarias. Creo que mi madre se sintió complacida -después de todo, significaba que estaba sana y creciendo normalmente- pero yo necesitaba más que eso. Necesitaba una ceremonia, una fiesta, algún gozoso reconocimiento público de este gran evento en mi desarrollo. Pero nada sucedió. Conforme pasaban los meses sentía cada vez más la vergüenza y cada vez menos la excitación y el orgullo que habían brillado momentáneamente con la primera sangre. En casa, mis períodos eran algo que debía mantenerse oculto de mi padre y mis hermanos. Si tenía que mencionarlo, hablaba en voz baja y preferiblemente con mi madre a solas. Poco después de iniciados mis períodos, durante un viaje familiar, tuve que pedirle a mi padre que detuviera el auto pues necesitaba ir a la farmacia. Por supuesto que quiso saber qué necesitaba comprar. Recuerdo un sentimiento horrible cuando le dije que necesitaba comprar toallas sanitarias. Era una peculiar mezcla de vergüenza, orgullo y pena absoluta. Él se portó muy bien al respecto, según recuerdo, y nunca dijo nada que me hiciese sentir avergonzada. Pero de alguna manera esa vergüenza siempre estaba en el fondo de mis pensamientos, y afectó toda mi relación con el mundo externo.

Los Nativos Americanos comprendían muy bien los diferentes sentimientos que las mujeres experimentan cuando menstrúan y para ellos estos sentimientos formaban parte de algo muy importante en los ciclos del cuerpo femenino. Las mujeres se retiraban a un recinto especial a pasar su sangrado. Se le consideraba ser el tiempo en que una mujer se encontraba en el nivel más alto de su poder espiritual, durante lo cual la actividad más apropiada era descansar y acumular sabiduría. La tribu Yurok del norte de California poseía una cultura espiritual muy desarrollada basada en el ritmo del ciclo menstrual para las prácticas rituales no sólo de las mujeres sino también de los hombres. Las mujeres acostumbraban retirarse "en masa" durante la luna nueva por un período de diez días. Durante ese tiempo los hombres se concentraban en el "desarrollo interno", en ceremonias y meditación. Mientras los adultos estaban ocupados acumulando poder espiritual, los niños eran cuidados por los ancianos de la tribu. Todo el trabajo que los adultos tenían que hacer se concentraba en los otros días del mes.
Cuando los hombres blancos entraron en escena, "el mundo se paró de cabeza". Las actitudes hacia la menstruación cambiaron y las muchachas fueron adoctrinadas por sacerdotes en vez de las ancianas de la tribu. En vez de enseñárseles que una vez al mes sus cuerpos se volvían sacros, se les enseñó que se volvían inmundos. En vez de retirarse a un recinto a meditar, orar y celebrar, se les enseñó que estaban enfermas.


Pensar en la menstruación como una fuente de poder para las mujeres iba completamente en contra de mi condicionamiento, y sin embargo sabía en mi corazón que era verdad. Me di cuenta de que había muchísima energía en la dicotomía entre lo que nos enseña nuestra cultura y mi reacción instintiva de "¡Claro que sí!" a esta sabiduría ancestral. Cuando se localizan los puntos donde la cultura se separa de una verdad natural, se habrá encontrado una llave, un pasaje hacia las enfermedades de dicha cultura. Comencé a entender que la hendidura entre la sabiduría y el poder de la menstruación que yo estaba percibiendo y las actitudes de la sociedad moderna con respecto al útero, se situaba en el corazón de la subyugación y la negación de la realidad y la experiencia femeninas.

Cuando el útero y la menstruación son vistos únicamente como una incómoda necesidad biológica, la autoestima de las mujeres es correspondientemente baja. Nosotros somos nuestros cuerpos, y no podemos realmente amarnos en lo profundo de nuestros corazones si no amamos nuestros cuerpos sinceramente. Y no amas tu cuerpo si te sorprendes diciendo "¡Oh, no! ¡Me bajó la regla!"
Los cambios que han tenido lugar en la vida de las mujeres durante los últimos treinta años podrían parecer una revolución, pero en muchos casos han sido más bien una asimilación. Las mujeres que buscan poder en un mundo masculino han tenido la tendencia de hacerlo convirtiéndose en pseudo-hombres. Y quizás inadvertidamente el feminismo ha desempeñado un papel en la supresión de la menstruación. Uno de los miedos más grandes que he encontrado en mujeres exitosas y ambiciosas cuando hablo de las ideas antiguas del poder de la menstruación, es que esto afecte de algún modo su mito de ser "tan buenas como los hombres y a veces mejores".

Si la menstruación es un tiempo altamente creativo para las mujeres en el aspecto psíquico y espiritual, quién sabe cuántos regalos habrá recibido la humanidad de las mujeres durante sus períodos. El valor que asignamos a la menstruación tiene correlación directa con el valor que nos asignamos como mujeres. Y esto afecta a los hombres también. Pensamos que los sexos están separados, y de algún modo así es. Pero por otro lado todos somos parte de la misma gran sopa humana, y el modo en que las mujeres se ven a sí mismas y son vistas afecta también a los hombres.
Tal pareciera en la superficie que los hombres han tenido la ventaja durante los pasados varios miles de años, pero eso es verdad sólo desde cierta perspectiva. Tanto hombres como mujeres han sacado provecho y han sufrido por los desequilibrios de la sociedad patriarcal. También los hombres han sido separados de sus cuerpos y de sus sentimientos, y del placer y curación que son posibles cuando se dan relaciones basadas en la cooperación más que en la jerarquía y la dominación. Imagina un mundo en el que hombres y mujeres trabajen juntos para desarrollar el sentido de paz interna que se produce al sentarse quieto un par de días al mes; un mundo en el que los hombres apoyen a las mujeres para que pasen algunos días en calma y silencio; un mundo en el que la sangre menstrual sea otra vez un fluido mágico con el poder de nutrir la vida nueva; un mundo en el que la menstruación sea entendida como el Sabbath de las mujeres -un espacio natural dentro de un ciclo lunar para el retiro, la introversión y el trabajo interno; un mundo del cual las mujeres emerjan como la misma luna nueva, renovadas y mudadas de la vieja piel.
Hace algunos años tuve la oportunidad de pasar largas temporadas sola en un lugar hermoso en las Sierras a orillas del Lago Tahoe, un lugar vasto y azul sagrado para los Indios. Comencé a retirarme por completo cuando tenía mi período, quedándome quiera y sola, sentada en la tierra bajo el sol, con lagartijas y grajos azules como compañía, con el viento y la luna y el sol, las ondas y los colores de la superficie del lago guiándome y entreteniéndome.Viajaba dentro de mi psique y me encontraba repentinamente llorando por algo olvidado hace mucho, algún suceso de mi niñez o adolescencia. Mi período se volvió un tiempo en el que era particularmente capaz de abrirme al material psicológico y a soltar emociones. Noté que después de los primeros días de sangrado, me quedaba muy quieta y callada durante aproximadamente un día, y aparentemente no sucedía nada - un espacio vacío después del llanto y los recuerdos. Luego, conforme mi período terminaba, había varias horas de claridad en las que era particularmente creativa y abierta a información acerca del futuro -por lo general del mes siguiente, pero a veces más adelante aún.
Este patrón continúa, aunque usualmente es menos intenso hoy en día. Gran parte de los embrollos psicológicos que guardaba profundamente han sido soltados -probablemente tanto como mi psique quiere hacerse cargo en esta etapa de mi vida. Ahora me siento más actualizada conmigo misma, así que hay menos cosas que soltar, por lo general son simplemente cosas a las que me he aferrado durante el último mes. Todavía lucho con el tiempo vacío y a menudo comienzo a hacer cosas, imaginando que no está sucediendo nada internamente, sintiendo que sería mejor regresar a mis actividades en el mundo externo. Con frecuencia esto tiene repercusiones y encuentro que logro muy poco y gasto mucha energía. Es difícil sentarse quieta cuando no surge nada en qué trabajar, me es difícil honrar ese vacío aunque sé que precede a la creatividad, la inspiración y la percepción interna. Todo es parte del proceso, pero se trata de una parte sin dramatismo y aún tengo la tendencia de tratarlo sin miramientos. No suelo practicar la meditación todos los días. Prefiero ajustar mi tiempo de contemplación a mis propios impulsos. Cuando tengo mi período, a menudo entro en un espacio callado, solitario y meditativo durante tres o cuatro días, y luego mucho menos frecuentemente el resto del mes. Siento esto como un ritmo muy natural para mí, y es por eso que considero el tiempo de sangrado como el Sabbath de las mujeres.
Sangrar en la Tierra
Tradicionalmente, las mujeres Nativo Americanas acudían al recinto de la luna mientras menstruaban y sangraban sobre musgo, sentadas en la tierra. Consideran que la relación entre las mujeres y la tierra es de suma importancia, y dicha relación es nutrida mediante sangrar en la tierra. Cuando las mujeres hacen esto tienen una conexión celular directa con la tierra, lo cual las ayuda a centrarse y a "hacer tierra".
La primera vez que escuché de una amiga mía la idea de sangrar en la tierra, pensé que sonaba un poco tonto, un poco pretencioso. Pero comencé a hacerlo tentativamente, y empecé a sentir un vestigio de conexión con algo muy antiguo. Uno de los problemas que tuve fue averiguar cómo hacerlo. Las mujeres nativo Americanas solían sentarse sobre musgo en la casa de la luna. ¿Dónde se suponía que debía sentarme a sangrar? Aún si encontraba unbuen pedazo de tierra donde sentarme, no quería quedarme ahí todo el tiempo. Entonces comencé a usar almohadillas de tela para absorber mi sangre, las que remojaba en agua antes de lavarlas. Me di cuenta de que podía verter el agua de remojo en la tierra, así que eso es lo que hago ahora. El agua es de un hermoso color rojo, y la vierto en la tierra alrededor de las plantas. Este acto me llena con un sentimiento de conexión, de propiedad, de estar en paz con algo que a menudo es hecho a un lado en la vida moderna. Actos simples de valor, sabiduría simple. Es como cortar leña, arrullar a un bebé, hornear pan o beber de un riachuelo silvestre. Es uno de esos actos de ser un ser humano que está fuera del tiempo, que tiene un valor eterno, parte de estos continuos giros de vida y muerte. Las células que mueren en mi cuerpo y que son transportadas en la sangre menstrual, son alimento para la tierra. Lo que muere da a luz. Lo que muere alimenta a quienes viven y habrán de vivir.

Si ignoro mi sangre me distancio de este conocimiento. Temo a mi sangre y me desagrada -pues si desconozco que también es alimento, que también es un regalo que yo porto, entonces la veo como mera pérdida. Un desperdicio de sangre, un desperdicio de tiempo, un bebé que no fue concebido. Ya sea que desee un embarazo o no, mi sangre es siempre un regalo. Y es un regalo en el sentido literal, así como un regalo psíquico para mí misma. Es un regalo de mi cuerpo a la tierra: la madre que me ha alimentado y nutrido cada día de mi vida.© Lara Owen
Bibliografía:"Daughters of Copper Woman", Anne Cameron, Press Gang 1981"Blood Magic", Buckley & Gottlieb eds., University of California 1988"The Once & Future Goddess", Elinor Gadon, Harper & Row 1989"The Woman's Encyclopedia of Myths & Secrets", Barbara Walker, Harper & Row, 1983
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